Max Horkheimer: El rascacielos (1934)


Este es un texto del filósofo alemán Max Horkheimer quien lo publicó originalmente en 1934 bajo el seudónimo "Heinrich Regius", en Zürich, Suiza. Un año antes, en 1933, cuando Hitler fue nombrado "Canciller del Reich", Horkheimer había huido a Suiza y luego emigró a Nueva York. En 1949, Horkheimer regresó a Frankfurt, Alemania. Murió en el verano de 1973.

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El rascacielos.

Seccionando la construcción de la sociedad del presente, habría que representarla más o menos como sigue:

En la cúspide los magnates dirigentes [de los distintos grupos de poder capitalista *], pero que, no obstante, luchan entre sí mediante los distintos grupos de poder capitalista; más abajo, los pequeños magnates, grandes terratenientes y todo el staff de los colaboradores importantes; debajo de éstos -divididos en capas independientes- la masa de las profesiones libres y pequeños funcionarios, auxiliares políticos, militares y profesores, ingenieros y jefes de secciones administrativas, hasta llegar a la señorita secretaria; más abajo todavía, el resto de los pequeños empresarios independientes, artesanos, tenderos y campesinos e tutti quanti; después, el proletariado, desde los obreros cualificados, pasando por los no cualificados, hasta llegar a los parados permanentes, los indigentes, los viejos y enfermos. Por debajo de éstos [solo *] comienza ya el [verdadero *] fundamento de la miseria, sobre la cual se levanta este edificio, pues hasta ahora hemos hablado sólo de países de capitalismo desarrollado, cuya vida está fundamentada en el terrible aparato de explotación que funciona en todos los territorios coloniales, es decir, en la mayor parte de la [T]ierra. Amplias zonas de los Balcanes son casa de tortura, la miseria masiva en la India, China y África supera toda imaginación. En los lugares donde mueren a millones los culis [del mundo] habría que representar también la miseria indescriptible, inimaginable, de los animales, lo infernal [el infierno animal en *] de la sociedad humana, el sudor, la sangre, la desesperación de los animales.

Actualmente se habla mucho de la «visión de la esencia». Para quien [Quien] una sola vez ha «visto» la «esencia» del rascacielos, en cuyos últimos pisos filosofan nuestros filósofos [tienen permiso para filosofar], no se comprende [él ya no está sorprendido *] que sepan tan poco de la [su] altura real, sino que siempre hablen de la [una] altura imaginaria; él sabe, y ellos podrían imaginarlo [sospecharlo], que actuando de otro modo podrían marearse. No se sorprende ya de que prefieran establecer un sistema de valores, en lugar de uno de disvalores, de que prefieran tratar del hombre en general, en lugar del hombre en concreto, del ser en general, en lugar de su propio ser: de lo contrario, en castigo podrían ser degradados al sótano [a un piso inferior *]. Ya no se sorprende de que parloteen sobre «lo eterno», [ya] que [su palabrería], como parte de su argamasa, mantiene firme esta casa [este edificio] de la humanidad actual. Esta casa [Este edificio] cuyo sótano es un lugar de tortura [matadero *] y cuyo techo es una catedral, cuyas [realmente permite, de las] ventanas más elevadas[,] permiten una bella visión [vista] del cielo estrellado.

" (Ortega 1986)

[* errores de traducción en Ortega 1986]